No todo es cuestión de dinero
Autor invitado Sebastián Escobar
9/3/20232 min leer
En la era en donde el paradigma “amor propio” tomó el pedestal, la gente empezó a darle valor, fundamentalmente, a su calidad de vida. La pandemia, como situación bisagra, también dejó conclusiones respecto de eso. Basta observar lo que sucedió post pandemia, como tendencia impulsada por los empleados “tradicionales”, sobre todo en los países de primer mundo. Darle prioridad a la calidad de vida, ya no depende exclusivamente del dinero o de la materialidad que las empresas ofrecen. Hoy la gente ya no negocia ciertas cosas. Hoy un sueldo ya no justifica la permanencia, por más bueno que sea. Porque si la gente se autopercibe infeliz, ya no se hace tanto la distraída con tal de pilotearla.
Darle prioridad a la calidad de vida, ya no depende exclusivamente del dinero o de la materialidad que las empresas ofrecen.
Hoy los beneficios económicos ya no hacen tanta fuerza en la balanza, si del otro lado el contrapeso implica resignar paz mental. Hoy los empleados en ese sentido, no se “casan” con ninguna compañía, por más status que porten. Hoy la fidelidad, es para con uno mismo. Y hoy la gente trabaja más en su autoconocimiento, es más consciente y por ende, se hace más cargo de sus decisiones y de cómo quiere transcurrir su existencia. Y las empresas deberían alinearse a este nuevo paradigma. ¿Cómo? Por ejemplo como están haciendo varias compañías visionarias, ofreciendo espacios de escucha y contención psicológica a sus colaboradores en estas cuestiones.
Hoy la palabra “tóxico” ha tomado tanta fuerza como precisión, en una vara que mide muchos puntos en donde estamos parados. Y entonces ya no todo es cuestión de salarios en dinero o en “paquete de beneficios”. Hoy la gente renuncia más a personas que los “lideran”, a actitudes, a “climas”, a humanidades de mierda, a estilos de vida dañinos, que a las empresas en sí mismas.
A veces renuncian literalmente, a veces renuncian emocionalmente. Están pero no están, ni quieren estar. Destratos, denigraciones, falsedades, manipulación, silencios castigadores, actitudes amenazantes, caras de culo, valores de cartón pintado, apariencias marketineras, obsecuencia, falta de reconocimiento, acomodamientos en donde cada quien “cuida su quintita”, discriminación solapada, mobbing, acosos “imperceptibles”, impunidades, psicopateos “sutiles”, forreos varios, casi nulo margen de tiempo para la vida personal, vivir a las corridas, estancamiento, estrés que luego se paga con salud física y mental, médicos y medicaciones, etc.
La gente renuncia más a personas que los “lideran”, a actitudes, a “climas” que a las empresas en sí.
Cuando la gente nota que está conviviendo, padeciendo, relacionándose, empapándose de todo eso unas 10 horas o más de su vida diaria, empieza a replantearse muchas cosas. Porque hoy la balanza es otra. Y las consecuencias, también. Y ahí no todo es cuestión de plata. Y ni un sueldo “estándar” de mercado, ni un descuento de gimnasio, ni una caja navideña, le dan sentido a la manera en cómo uno elige transitar la vida y de quiénes estar cerca en el día a día.
Sebastián Escobar.

